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jueves, 7 de febrero de 2013

Izquierdismos, derechismos y otros ecos abstractos de fuera del Octaedro



Desde hace unos cuatro años a esta parte, creo que algunas palabras e ideas han ido desapareciendo de mi vocabulario al mismo tiempo que de mi mente; y ni mi lenguaje ni mi pensamiento han sentido mermadas sus funciones. Las palabras no mueren: desaparecen; es con el tiempo que se las da por muertas. Lo mismo ocurre con las ideas a las que representan.

Siento los latidos de mi corazón como un yunque siente al martillo.

La izquierda y la derecha las entiendo como meros vértices de la pobre realidad octaédrica que soy capaz de percibir. Los otros vértices que mi comprensión alcanza como complementarios son cuatro: arriba, abajo, delante y detrás.

Yo tengo la cabeza arriba, las manos a la izquierda y la derecha, los pies abajo a la izquierda y abajo a la derecha, la espalda y las nalgas detrás, el pecho, el abdomen y los testículos delante; el corazón lo tengo dentro y lo siento por todas partes, como el yunque al martillo.

Dentro del octaedro está todo lo que conozco y lo que desconozco; y es verdad lo que hay en el octaedro, lo conozca yo o no lo conozca. Fuera del octaedro sólo hay tres cosas: la nada, lo que no existe y la mentira. Hasta donde mi decente ingenuidad intuye, sospecho que la política está fuera del octaedro.

Trataré de ser más claro:


                                                       arriba,

                                         izquierda,            derecha,

                                                       abajo.




Es difícil plasmar la tridimensionalidad del octaedro en la bidimensionalidad de la escritura (la anterior representación está figurada como si la observáramos desde detrás del octaedro, si es que el octaedro puede ser observado desde fuera), así que lo representaré a continuación haciendo varios giros de noventa grados, primero hacia la derecha, luego hacia la izquierda, arriba, abajo y adelante sucesivamente.


Visto desde la derecha:                                             Visto desde la izquierda:

               arriba                                                                          arriba

detras                  delante                                          delante                     detrás

              abajo                                                                           abajo




Visto desde arriba:                                                   Visto desde abajo:

              delante                                                                  detrás

izquierda             derecha                                    izquierda               derecha

             detrás                                                                     delante



Visto desde delante:

              arriba

derecha             izquierda

              abajo



De esto deduzco que la hipotética diferencia entre mirar el octaedro desde la derecha o la izquierda reside en qué es lo que percibimos que está delante o detrás. Y sin embargo no abandono mi creencia de que el octaedro no puede ser observado desde fuera por seres tales como los hombres, que habitan los ángulos y las caras interiores del octaedro.

Dentro del octaedro los hombres nacen, se alimentan unos de la carne o el alma de los otros, crecen, se reproducen o engañan ese instinto con el sexo, y mueren.

Y a la peripecia de lo que transcurre entre el nacimiento y la muerte de un hombre se le llama vida, y antes y después de la vida no hay nada, salvo la vida de otros hombres, sus sueños, sus miserias y sus paraísos perdidos.

Marx silbó dentro del octaedro una melodía huracanada.

Muerto el jilguero, las tristes cacatúas persiguen, sin voz propia, absurdos ecos bisilábicos:

                                                ...-ismo
                                  ...-ismo
                     ...-ismo
       ...-ismo
...
                                                                 

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