PUNTOS CARDINALES:
OESTE. Aquí nadie apagará nada, sino todo lo contrario.
NORTE. La temática y desarrollo de este blog dependerá única y exclusivamente de la fuerza y dirección del viento.
ESTE. El caprichoso autor se reserva el derecho de inventar un quinto, sexto y sucesivos puntos cuando le apetezca.
SUR. El lector dará a conocer este blog en sus círculos de amigos. Si tiene cuadrados de enemigos, que lo haga también allí.

jueves, 31 de mayo de 2012

Los bolsillos




No es necesario llevar nada en ellos; pero son necesarios, los bolsillos. ¿Dónde, si no, nos guardaríamos las manos cuando no las estamos utilizando? Una mano ociosa fuera de su correspondiente bolsillo podría, mente distraída mediante, alzarse en mitad de una sala repleta de silencio y de gente que no se atreve a preguntar.

Salir a la calle sin bolsillos es como salir desnudo. Lo que realmente nos viste no es la ropa que llevamos puesta, sino lo que llevamos en los bolsillos: el paquete de pañuelos, el o los paquetes de cigarrillos, el mechero de repuesto, el mechero principal, el teléfono móvil, el monedero, la cartera, las llaves, el giroscopio. ¿Imaginas el desastre que supondría salir a la calle sin un giroscopio?

Uno cambia constantemente de ropa, pero rara vez cambia lo que lleva en los bolsillos. Los cambios, si los hay, se producen de un modo gradual e imperceptible. ¿Recuerdas lo que llevabas en los bolsillos cuando eras niño?

Cuando regresamos a casa, vaciamos el contenido de los bolsillos. Las llaves son para entrar, y ya estás dentro. La cartera para el documento de identidad y el dinero; tu casa es el único lugar donde no necesitas tener nombre ni dinero. Los pañuelos y el tabaco los dejas a mano en cualquier sitio; al fin y al cabo, ¿que es la casa de uno, sino un bolsillo enorme donde todo se guarda? En casa es donde nos guardamos a nosotros mismos hasta que ese otro yo aún más grande, el mundo, nos reclama de nuevo.

Pero al ponerme el pijama me doy cuenta de que no lleva bolsillos. Porque para soñar, aunque viajemos lejos, debemos ir ligeros de peso. Porque para soñar nos metemos nosotros en el otro bolsillo: el de la casa, el de la cama, el del cansancio; en el bolsillo sin fondo de los ignotos miedos y esperanzas, que nos lleva toda una vida aprender a vaciar.



martes, 29 de mayo de 2012

Un hermoso juego




(Lo que sigue es un comentario a la entrada "La vida" de un amigo al que, por haberme acompañado en algún paseo por los infiernos, me gusta llamar Virgilio).



En ajedrez, incluso las partidas que perdemos son hermosas. Sé que compartes conmigo ese pensamiento.

La vida me parece de una cruel e idéntica belleza. Como mal jugador de ajedrez, muchas partidas (las mejores) las he ganado siguiendo una estrategia muy sencilla: no rendir al rey; seguir jugando.

La cuestión es quién eres tú: ¿Una robusta y directa torre? ¿Un ladino y afilado alfil? ¿Un perspicaz y audaz caballo? ¿La cuasi-omnipotente reina? No: eres el rey.

Qué gran película, "En busca de Bobby Fischer".

No se me olvidará en la vida la expresión de tu rostro, un palmo sobre los cuadrados del tablero, tratando de llenar el vacío de mi mente con una sola idea. Aquella tarde me repetiste con severidad esta misma frase una y otra vez: "¡La posición es más importante que el material!".

Jugando, tengo la sensación de no haber perdido nunca. En la vida, y en ajedrez, todo lo que pierdes en una partida lo has aprendido, ganado, para la siguiente.




(Ajedrez, señora estupenda y atragantamiento, todo en una única escena... No he podido evitar incluir este clip de vídeo, Virgilio).


jueves, 3 de mayo de 2012

Hortopedia



Hortopedia. Palabra considerada ficticia hasta que se le escuchó a un señor pronunciarla o parirla por primera vez en la calle y a plena luz del día, en una céntrica plaza de Córdoba (los testigos afirman que el señor la enunció de un golpe, sin detener el paso siquiera). De género y significado aún desconocidos, lo único que se sabe de ella es que es un sustantivo; se ignora también si es o no apropiado un hipotético uso de la misma en plural. En diversos estudios que a posteriori se han hecho sobre esta palabra, se ha entrevistado a los que la escucharon por primera vez de aquel señor cordobés; todos coinciden en referir la siguiente observación, tan curiosa como intrigante: "Lo que más nos desconcertó después al hablar del tema fue que todos habíamos notado, escuchado, prácticamente sentido en la piel una hache gigantesca: Hortopedia... Cinco de enero de dos mil doce, jueves, ¡no lo olvidaré jamás! Hasta ese momento, yo nunca antes había escuchado una hache en mi vida".



La hache



La hache es una letra que no suena, pero que da mucho de qué hablar.

Durante una sobremesa en una terraza, me fascinó escuchar el siguiente fragmento de diálogo a dos señores mayores muy elegantemente vestidos que paseaban por la calle caminando uno junto al otro. Hablaban en voz alta y mantenían una postura erguida y orgullosa a la vez que parsimoniosa, tanto en el andar como en las palabras:
-¿Pero con hache intercalada o sin hache intercalada?
-¡Ay, no sé! ¡Yo es que de hortopedia no entiendo!

La llaman "letra muda", pero a mí me gusta más llamarla "la observadora silenciosa". Es una letra que se adhiere a la primera palabra que pasa, y de ese modo viaja por toda la lengua; por el idioma quiero decir, porque al tremendo músculo que vive en la boca nunca consiguió encaramarse. Es una letra que no dice ni "mu", aunque más bien habría que decir que es una letra que no dice ni "hache". ¿Alguien es capaz de dar un hachazo más fuerte y profundo y silencioso que el de una hache intercalada? ¿Alguien conoce la alquimia tan a fondo como para transmutar la ce en che? ¿Acaso tiene algo que envidiarle la hierba a la yerba? La hache es una de las dos únicas letras que se contienen así mismas dos veces en su propio nombre. La otra es la erre, la gran ruidosa. Pero la erre necesita duplicarse para hacer más ruido, mientras que la hache no necesita hacer nada para tener más carácter: ya es todo lo que puede ser. El ruido siempre puede ser más ruidoso, pero el silencio es siempre el mismo; no puede ser más silencioso porque el silencio en sí es un ser absoluto. Modesta y a la vez majestuosa, la hache. ¿Hay alguna palabra que no lleve implícita en sí una hache, un silencio, un algo que está ahí sin necesidad de ser pronunciado?

El otro día una amiga contó una historia sobre su hija. Nos explicó que es un poco basta y descarada (todo lo contrario a lo que es una hache). Relató que otra madre le dijo:
-¡Qué cosas tiene tu chiquilla! Ha pasado por nuestro lado y ha eructado; y acto seguido ha dicho "hola" como si nada.

Querida amiga, hubiera estado bien contestarle a esa otra mami: "Es que mi hija la hache la pronuncia así".



Libros





Comparto la pasión por el formato libro, y por las librerías. Pero al final lo que importa es la palabra.

No obstante, creo que hay que reconocer una evolución no en el libro electrónico como formato físico, sino en el texto electrónico en sí, por el paso más allá que el hipertexto supone; entendiendo como libro cualquier libro electrónico o texto colgado en la red, y como biblioteca la red misma.

Aún así, el formato más grandioso que jamás he conocido lo tenemos todos a nuestro alcance: el ser humano. Nada como escuchar una historia de la voz de un narrador vivo y presente, capaz de reír con nosotros o de propinarnos el más severo guantazo. Tengo cientos de libros en casa, y las historias que más me deleitan son las que mi madre me cuenta recordándolas con ojos sonrientes; ningún libro está tan bien escrito.





Flecha



¿Por qué vuela la flecha?
¿Quién tensa el arco?
Uno dos tres cuatro.
La de enmedio redonda, sólo hay una.
Ahora parece que ya va.
Abajo y arriba y se ha puesto otra vez bien.
Es un misterio.
La flecha vuela porque tiene un objetivo.
O quizá sólo
porque alguien tensa el arco.
Quien tensa el arco
tiene un objetivo. Por eso
la flecha vuela.



Novecientos noventa y nueve



Me doy cuenta de que, a día de hoy, este blog reúne cualidades de dos métodos de producción bien distintos: el artesanal y el industrial. Uno no es mejor que el otro, sino que ambos tienen cualidades positivas y negativas. El método artesanal se caracteriza por esmerarse en la calidad del producto, así como en el carácter único de cada pieza; por contra, tiene el inconveniente de una producción muy limitada en número. El método industrial tiene la ventaja de la producción en masa, pero sin embargo ofrece, como mucho, un producto sin alma.

Y me doy cuenta de que, a día de hoy, este blog reúne las peores cualidades de los dos. Las dos últimas entradas son bazofia en crudo, y las anteriores... en fin, no es que haya muchas más entradas, por lo que utilizar el plural es pura y engañosa gramática.

Pero me suda las pelotas.

Bueno, para ser sincero, en realidad no me las suda; de lo contrario no estaría escribiendo esto. Pero voy a poner todo mi empeño para que en el futuro me sude las pelotas.

¿Y qué importa? Al fin y al cabo este blog lo leen cuatro o cinco personas. Dos o tres son amigos, que lo perdonan todo menos los cubatas; y los otros dos me temo que sean producto de algún trastorno de personalidad múltiple de un servidor.

Creo que me produce más pesar la gran cantidad de cosas malas que no he escrito, que regocijo las pocas buenas.

En el futuro escribiré más y peor. En medio del arrebato, quizá cometa alguna falta de hortografía, que "yo de hortopedia no entiendo", como dijo un poeta anónimo.

Esto no es nada original, ya lo sé: el mundo lleva funcionando así eones.

Será una cuestión estadística que de mil textos, al menos uno de ellos resulte comestible. Preparáos para la gastroenteritis causada por los otros novecientos noventa y nueve.