PUNTOS CARDINALES:
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ESTE. El caprichoso autor se reserva el derecho de inventar un quinto, sexto y sucesivos puntos cuando le apetezca.
SUR. El lector dará a conocer este blog en sus círculos de amigos. Si tiene cuadrados de enemigos, que lo haga también allí.

domingo, 1 de abril de 2012

Un paseo nocturno por el tiempo


Para que todo cambie
basta con detenerse
y mirar atrás un instante.
Con querer volver por donde has venido
basta
para que la ciudad sea bombardeada por el tiempo
y de repente
los árboles asciendan al cielo en llamas entre edificios que tiemblan hasta derrumbarse
y de repente
-no pasó la guerra, pasó el tiempo-
de repente...
No fue así.
Un día se iba tras otro, y con los días
se fueron las cosas;
y las personas
se fueron yendo.
Vi por televisión cómo caía el muro de Berlín en la fecha exacta,
pero no me enteré, hasta años después,
de que Cristóbal había cerrado su quiosco.
El viernes era un día especial
porque podía llevarme para almorzar un dulce del quiosco
en vez de un bocadillo.
Cuentan que cada vez que entraba mi abuelo con mi hermano
salía con un cochecillo nuevo, y de ahí venía toda la colección
de coches y caballos con los que jugábamos.
Al abuelo le gustaban los caballos "rabotaos". Nos explicaba
que los caballos sin rabo eran más bonicos. Cogía las tijeras
y con todo el amor del mundo les cortaba el rabo, todo
para que sus nietos tuvieran
caballos "rabotaos".
Supongo que no entendía
por qué no los vendían así,
y supongo también que era por afecto hacia él
que mi hermano y yo no le contábamos
que luego nos peleábamos
por jugar con los caballos que quedaban sin "rabotar".
Cosas de nietos y abuelos;
al fin y al cabo, el abuelo
era el que nos compraba los caballos.
La memoria
fue bombardeada por el tiempo.
A veces pasa inmóvil y en paz por mitad de un sueño, mi abuelo.
Digamos que entro a una habitación y él está sentado,
con la mirada tranquila; y nos vemos,
pero no nos decimos nada
porque no es necesario.
Cuando sueño
siento que lo que hay
está ahí siempre;
no desde siempre y para siempre,
sino siempre;
que no hay tiempo; que en lugar de pasar el tiempo, el tiempo está;
que el tiempo
nos rodea.
Una vez, de niño, habiendo caminado de más
ciudad abajo, me giré
y la ciudad
había cambiado. Era ya imposible
regresar a casa por ese camino
desconocido.
Era un sueño.
Pero tantas otras veces me he despertado de pronto en mitad de la calle,
y me ha sido imposible volver;
volver a mí.
Al darme la vuelta un instante para ver la vida por donde vine
se me rompen los ojos
bajo el arco del tiempo.
A veces me gustaría volver. Es sólo una fantasía. Un minuto de viaje tan sólo.
Sé cómo.
Cuando llego veo el aire azul y fresco,
las casas de colores,
incluso percibo
el verde olor del pasto.
Pero no hay nadie.
Todos se marcharon de allí igual que yo.
Me miro en los espejos de entonces, buscando al de entonces,
pero me devuelven mi actual rostro.
Regreso al presente, al único regreso posible.
Y sigo adelante.
Si hay suerte
es de noche, y por la calle
quedan sólo los que también regresan, sin éxito,
de buscar a Beatriz en los infiernos.
Al cruzar el puente
miro arriba y cae sobre mí, en este preciso instante,
la luz de estrellas que se exinguieron hace mil años.
El agua del cielo cesó hace un rato, pero en el ojo del gran arco
el sonido de la lluvia continúa aún,
río abajo.
-¿A dónde vamos ahora, Virgilio, en esta hora aciaga
en que todos los bares están cerrados?
-Beatriz estará follando con el diablo. Volvámonos a casa.



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